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Tal día como hoy de 1998 se produjo el denominado ‘The Last Shot’, aquel tiro que presuponía el fin de la carrera de Michael Jordan. El final deseado por cualquier jugador de basket y del que no muchos pueden presumir, anotar el tiro que da un campeonato a tu equipo.

Si en una ocasión Larry Bird dijo haber visto a Dios disfrazado de jugador de baloncesto, a buen seguro que Karl Malone, John Stockton y compañía también vieron a Dios en el sexto partido de las Finales de la NBA de 1998. 

Los dos contendientes, que hacía un año ya se habían visto las caras con saldo favorable a los Bulls, se reencontraban de nuevo pero en esta ocasión Utah disponía de la ventaja campo y eran muchos expertos los que vaticinaban que Jordan y sus Bulls por fin hincarían la rodilla. Los Jazz se habían plantado en la Final después de derrotar en las Finales de la Conferencia Oeste a los Lakers con un contundente 4-0. El lado opuesto eran los Bulls, que a punto estuvieron de caer ante los Pacers (4-3) en las Finales de la Conferencia Este y tuvieron que batirse el cobre ante Indiana en siete trepidantes partidos.

Ante todo pronóstico (el de los expertos), Chicago llegaba a este sexto partido con ventaja de 3-2, y sin mostrar los síntomas de agotamiento que se le presuponían tras su dura lucha con los Pacers. Utah había ganado el primer partido de la serie en la prórroga (88-85), pero Jordan no consintió una derrota más en los siguientes partidos y los Bulls se situaron a un solo partido del anillo (3-1) después de imponerse en el segundo, tercer y cuarto partido (88-93 / 96-54 / 86-82). Cuando todo estaba preparado en la Ciudad del Viento para que los Bulls ganaran su sexto anillo en el quinto partido, una descomunal actuación de Karl Malone (39 puntos) hizo que la serie viajará de nuevo a Utah (81-83).

Jerry Sloan dispuso el siguiente quinteto: Stockton, Hornacek, Russell, Malone y Keefe. Y el Maestro Zen, Phil Jackson, salió con el quinteto clásico: Harper, Jordan, Pippen, Rodman y Longley.

En la primera jugada del partido la mala fortuna acompañó a Chicago y a Scottie Pippen. El mariscal de campo de los Bulls finalizó la primera jugada ofensiva de los suyos con un mate, con tan mala suerte que se dañó la zona baja de la espalda, lo que haría que su presencia en el resto del partido fuera prácticamente testimonial, al más puro estilo Cid Campeador. Pippen se vio obligado a abandonar la pista y junto con los fisios del equipo puso rumbo a los vestuarios. Toni Kukoc fue su sustituto.

Chicago pareció por momentos encajar el golpe y en los primeros instantes sin ‘Pip’ el partido se mantuvo igualado. La tensión se palpaba en el ambiente y hacía mella en los dos equipos que no conseguían anotar desde el exterior.

Fue entonces cuando Jordan empezó a hacerse con las riendas del partido y con cinco

puntos consecutivos más  gran defensa de Chicago sobre Karl Malone, los Bulls endosarían un parcial de 0-9 que ponía el 8-17 en el electrónico. Jerry Sloan se veía obligado a parar el partido y buscar soluciones ante el despertar de la ‘Bestia’ Jordan.

Sloan encontró el anestésico entre sus recetas para volver a dormir a Chicago y de paso reactivar la ofensiva de sus Jazz, que con un 10-0 volvían a tomar la delantera (19-18). Hornacek se estaba aprovechando de los espacios que le generaba Malone y la poca atención defensiva que los Bulls le habían prestado para acabar el cuarto con nueve puntos (25-22).

Phil Jackson tenía que encontrar en sus libros Zen la fórmula para intentar frenar a Karl Malone que en esos primeros doce minutos había campado a sus anchas en la zona ofensiva de los Bulls.

En el segundo cuarto, y ante la ausencia teóricamente para el resto del partido de Scottie Pippen, Michael Jordan comenzó a monopolizar cada ataque de los Bulls y la defensa de los Jazz se veían incapaces de frenar al 23, que ataque sí y otro también anotaba para Chicago.

El cuarto se convirtió en un face to face entre Malone y Jordan, un duelo épico en toda regla. El cartero acabaría la primera mitad con 20 puntos y ‘Bienvenidos al número 23… Aerolíneas Jordan’ con 23 puntos y 17 de ellos en el segundo cuarto.

Pero Jordan se estaba quedando solo en la ofensiva de los Bulls y el despliegue físico que estaba realizando le pasaría factura al final del cuarto con dos fallos en los dos últimos ataques de su equipo, permitiendo que los Jazz cobrarán una ventaja al descanso de 49-45. Si los Bulls querían tener opciones de victoria necesitaban en la segunda mitad que más jugadores ayudasen a Michael.

Tras la reanudación y para estupefacción de casi todos los que seguían el partido, Scottie Pippen saltaba a la cancha para ayudar a Jordan y los Bulls. Aunque como ya se dijo con anterioridad su presencia fue más testimonial que otra cosa, y Hornacek no tuvo piedad alguna de Pippen al ‘masajearle’ en cada ofensiva de los Bulls su maltrecha espalda.

La vida seguía igual para los Jazz, con un Karl Malone pletórico y unos inoperantes pívots de los Bulls que eran incapaces de frenarle. Fue entonces cuando Phil Jackson le pidió a Rodman que se encargará personalmente del Cartero, y el Gusano se puso manos a la obra.

Dennis Rodman se encargó de jugar al otra baloncesto con Malone y hacerle perder el norte en guerras y batallas que nada tenían que ver con el partido, y que surtían el efecto deseado para que el Cartero empezará a ser muchísimo menos efectivo.

Con Malone a raya, el partido se convirtió en un intercambio de canastas que fue
aprovechado por Jordan para tomarse un respiro durante esos minutos y estar listo para los últimos doce minutos decisivos. ¿Se dosificó?, estoy convencido de ello, como también que no le importaba lo más mínimo la ventaja cobrada por Utah al finalizar el cuarto (66-61).

El ‘Último Baile’ estaba a punto de comenzar para Chicago y los Jazz comenzaron sin Malone y Stockton, a sabiendas de que todo se resolvería en los instantes finales. Era un riesgo que Sloan estaba corriendo y que le salió caro al ponerse los Bulls a uno (68-67).

El técnico de Utah se dejó de tonterías y puso de inmediato sobre el parquet a su dueto ‘hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana’, para no consentir que Jordan y cía. tomaran la delantera. Pero con lo que no contaban los Jazz eran con la presencia de un invitado de lujo, de un poeta del basket llamado Toni Kukoc, que secundó a la perfección a Jordan para que los Bulls se mantuvieran en el partido. Quedaba mucha tela por cortar y la tensión se podía palpar en el ambiente… Si un equipo anotaba, el otro hacía lo pertinente y el partido no era acto para cardiacos.

Como ninguno de los dos le daba margen al otro se llegó al último minuto con empate a 83, después de que ‘Dios’ anotará cuatro puntos que ponían las mencionadas tablas. Pero a los Jazz y más en concreto a ‘beep, beep, beep… la informática a su servicio’ Stockton les dio prácticamente igual la embestida de Jordan, y el genial base anotó un triplazo, tras asistencia de Malone, para poner el 86-83 a falta de 42 segundos.

¿Poco tiempo para remontar?, para cualquier equipo mortal o mejor dicho para cualquier jugador mortal seguro que sí, pero para Michael Jordan era tiempo más que suficiente para llevar a su equipo de nuevo a la cima de la montaña.

‘The Time’, el momento de Jordan, en el que de antemano el juega el partido en su mente previendo lo que va a suceder y que nadie más es capaz de hacer… Dicho y hecho, en apenas cinco segundos anotó una canasta que prácticamente fue un ‘coast to coast’ que dejó el marcador en 86-85, pero el balón era para Utah. ¿Problemas?, ¡no!, ya dijimos que Jordan sabía lo que iba a suceder.

Michael Jordan sabía que el balón pasaría por las manos de Malone para jugarse el último tiro, y en el corte por debajo de la zona de Hornacek se olvidó de su defensa para agazaparse detrás de Rodman y Malone, y esperar el momento propicio para pegarle un zarpazo al balón, arrebatándoselo a Malone que andaba más pendiente de Rodman que de  lo que ocurría a su alrededor.


¿Tiempo muerto tras el robo?, ¡no!, Jordan sabía que no era momento de realizar concesiones al rival al que tenía grogui tras su jugada defensiva y con una tranquilidad pasmosa subió el balón, como si quedará medio partido, para situarse en el lado izquierdo de la pista y esperar el momento propicio para dejar literalmente en el suelo a Russell, su defensor, con un quiebro que si muchos realizarán se dejarían las rodillas en el parquet, y posteriormente levantarse con una majestuosidad indescriptible para anotar un tiro que quedará grabado en las retinas de todos aquellos que tuvimos la gran fortuna de ver en directo.

La última jugada a la desesperada de los Jazz no sirvió para nada, pues el golpe psicológico fue enorme y Bulls ganaron su sexto anillo. Jordan, que acabaría con 45 puntos y 16 de ellos en el último cuarto, alzaba seis dedos al cielo en señal de los seis anillos conquistados, mientras Phil Jackson se abrazaba a él y le susurraba que había sido un final de partido maravilloso y sencillamente bello. 

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