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Esa fue la frase acuñada por Phil Jackson para definir la última temporada de aquellos maravillosos Chicago Bulls de Michael Jordan de 1997/98, con la que el gran psicólogo y estratega de Montana quiso poner fin a uno las mayores reinados en el mundo del baloncesto… una gira de despedida para una gran dinastía.

Haciendo un símil con la selección española de baloncesto y las recientes Olimpiadas de Londres, esta generación de oro ha podido realizar ‘su último baile’. Probablemente todo lo que hemos vivido durante todos estos años podría haber tenido su conclusión en la final de estas pasadas Olimpiadas. Y es que desgraciadamente todo lo bueno, tarde o temprano, se acaba. Es así de simple. ¿Cuánto veces habremos soñado con parar el tiempo para que grandes genios del basket nunca envejecieran?, al menos personalmente muchísimas. Por tanto, creo que al mirar atrás con esta selección, todos firmaríamos con detener el tiempo o encontrar la pócima de la eterna de juventud para que los Pau, Navarro, Calderón, Jiménez, Mumbrú o Garbajosa –grandes artífices estos tres de los éxitos cosechados- fueran eternos y mantuvieran su supremacía mundial –si exceptuamos a la selección USA que son de otro planeta-, o dinastía.

Uso el término dinastía y solo debería usarse para hablar de los imperios chinos que duraron siglos. Pero tras estas Olimpiadas, dinastía es la única expresión que me viene a la mente y que realmente define la grandeza de esta selección, una selección que lo ha ganado todo: Mundial, Eurobasket y Olimpiadas. Si Olimpiadas, porque esas dos medallas de plata son sinónimos de oro al habérselas tenido que ver con versiones posteriores del único y genuino Dream Team.



Tras la borrachera de éxitos, esta generación de oro plantearon nuevas interrogantes al inicio de las Olimpiadas: ¿Por qué no ganar otra medalla en este último baile?, ¿Por qué Pau y Navarro no deberían llevar a la selección a la altura que solo alcanzan los emperadores?... Cuestiones o retos que estos jugadores aceptaron como motivaciones ante el hastío de tantos títulos, gloria y los pocos retos presentados por sus oponentes. Porque quien ejerce una dinastía encuentra su peor enemigo en la supremacía y tiene buscar retos en uno mismo, una vez que tus rivales han dejado de presentarte nuevos desafíos.

No sabemos con certeza si será o no el último baile (para Felipe Reyes si, según sus propias declaraciones), aunque todo hace indicar que desgraciadamente para Pau, Navarro y Calderón si lo será, por aquello de la edad y el desgaste físico, y que con ellos se cierra el círculo iniciado por Mumbrú, Jiménez y Garbajosa. Por ello, ante el mal augurio que teníamos todos de que pudiera ser así, deberíamos haber disfrutado de todos y cada uno de los segundos de esta gira de despedida, en la que en ocasiones mostraron cansancio y parecían mortales, en la que la brillantez de antaño dejo paso al oficio, en la que espectáculo se sirvió con cuentagotas, en la que el esfuerzo y tesón fueron más visibles que nunca, en la que la defensa se convirtió en el principal acicate… pero al final demostraron lo que eran, una autentica “Dinastía”.

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