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A finales de la década de los 80 y principios de los 90 Cleveland Cavaliers era un equipo lleno de mucho talento: Mark Price, Ron Harper, Larry Nance, Brad Daugherty… que sin embargo tuvo la mala suerte de cruzarse una y otra vez en el camino de Michael Jordan. La franquicia de Ohio sufrió un duro revés el 7 de mayo de 1989 del que dicen los expertos nunca llegó a recuperarse, hubo un antes y un después tras el famoso ‘The Shot’.

Tanto los Bulls como los Cavs eran dos equipos jóvenes y emergentes que luchaban por codearse con los más grandes de la liga, y lógicamente solo uno de ellos podía tener cabida en ese selecto club de los Pistons, Celtics y Lakers por poner meros ejemplos.

Ambas franquicias ya habían cruzado sus destinos el año anterior en primera ronda de playoffs, con victoria por 3-2 para Chicago, y en 1989 el destino quiso ser caprichoso y de nuevo hizo que midieran sus fuerzas en primera ronda con ventaja campo para los de Lenny Wilkens, que entrenaba por aquel entonces a Cleveland. Los de Ohio llegaban con el segundo mejor récord de la liga (57-25), solo por detrás de Pistons y empatado con los Lakers, y Chicago finalizó sexto de la Conferencia Este con un balance de 47 victorias y 35 derrotas.

Al igual que la temporada anterior la suerte del pase a semifinales de la Conferencia Este se iba a determinar en el quinto y decisivo partido, en un choque que resultó no apto para cardiacos al decidirse este sobre la bocina.

A falta de 6 segundos para el final Jordan encestó una canasta que puso a Chicago uno arriba (99-98), lo que hizo que Wilkens solicitase tiempo muerto para dar cabida a su sensacional pizarra, la cual funcionó a las mil maravillas. Ehlo fue el encargado de sacar desde medio campo para jugar un dos para dos con Larry Nance y finalizar con una bandeja ante el despiste defensivo de su par (99-100). Solo restaban tres segundos para el final y la afición de Cleveland enloquecía al verse virtualmente en la siguiente ronda.

Sin embargo, esos tres segundos, que para muchos serían efímeros y de máxima presión, para Michael Jordan eran más que suficientes y de relax. El ‘23’ se situó en la línea de personal y antes del saque desde media pista se deshizo de la marca de Ehlo y Nance para recibir y encarar el aro, y de vuelta a la línea de personal se levantó en una suspensión infinita en la que pareció que nunca bajaba y en la que Ehlo hizo todo y más para taponar el tiro, pero el destino se alió con Jordan y quiso que ese lanzamiento entrará para convertirse en ‘The Shot’. Los Bulls por tanto pasaban a semifinales (101-100) y parte de las 20.273 almas que llenaban la cancha enmudecían ante el varapalo sufrido y la actuación de Jordan (44 puntos, 9 rebotes, 6 asistencias y 1 robo).

Así relataba ese famoso tiro Ehlo: “Sabíamos quien se la iba a jugar. Así que decidimos probar algo diferente, algo que no solíamos hacer. Wilkens siempre ponía a alguien interfiriendo el saque de banda, pero en esta ocasión se decidió que Nance estuviese en el centro para ayudarme en la defensa sobre Jordan y así evitar que recibiese. Sin embargo con una rapidez endiablada se deshizo de Larry y en parte de mí. Me rehíce como pude y mi mano estaba en su cara pero él anotó”.

Lo más paradójico de toda esta historia es que no mucha gente recuerda que en el cuarto partido Michael Jordan tuvo en sus manos varios tiros decisivos que erró, y que podrían haberle ahorrado a los Bulls la angustia del quinto partido. Pero el destino quería regalarnos una de las imágenes más bellas de este deporte con aquel tiro y ver como Jordan estaba hecho de otra pasta, de una muy especial, ya que a cualquier otro jugador aquellos errores le hubiesen ahogado la mente y por tanto hacerle temblar el pulso. 

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